
Cuenta la leyenda que había en el Pirineo un pueblo tan bello que las brujas lo eligieron para celebrar sus danzas y conjuros. Se levantaba en lo alto de un promontorio desde el que se divisaban todos los valles vecinos, y cuando el sol de la tarde comenzaba a teñir de rojo las cumbres nevadas, las brujas acudían a la llamada al aquelarre en el peñón conocido desde entonces como el Puntón de las Brujas. Los vecinos, temerosos, mandaron construir tres ermitas formando un anillo protector para mantener alejados del pueblo a los seres malignos. Las brujas se fueron del lugar para no volver, pero cuando la magia ha enraizado en un lugar ya nunca...